Editorial



“La única y verdadera mundialización que estaría al servicio del género humano es la comprensión de la solidaridad intelectual y moral de la humanidad.”
Edgar Morin

Hace unos meses llegó al Perú uno de los grandes pensadores de la actualidad. Edgar Morín ofreció unas conferencias inaugurando así el nuevo Instituto del Pensamiento Complejo (IPCEM). En aquellas pláticas Morín hizo un llamado a la reforma del pensamiento, a “cambiar de chip” en la manera de entender el mundo, dejar una visión fragmentada y un pensamiento que aísla o separa. Saber que cada pequeña cosa es ella misma gracias a sus propias características pero también gracias a todo lo que la rodea e interactúa directa o indirectamente es fundamental.

Una inteligencia ciega, de argumentos disyuntivos, nos convierte en seres irresponsables e inconscientes ante la clara necesidad actual de saber identificar con precisión los problemas del planeta.

En ese sentido creemos ineludible re-ligar los conocimientos y dejar de aislarlos del contexto social, geográfico y ambiental; con ello aceptar el desafío de pensar en nosotros colectiva e individualmente en el tiempo, y así llegar a un desarrollo humano sostenible.


Esto, en nuestra realidad, es entender que si no incluimos en el bienestar a todos, nosotros mismos no podremos desarrollarnos a cabalidad. Es por esto y por la coyuntura actual que el presente número está dedicado al tema de la Memoria. Tratamos de entender porqué la memoria se vuelve fundamental y un objeto cultural ligado a nuestro pasado al mismo tiempo a nuestro presente. Específicamente en nuestro contexto e historia próxima, damos pinceladas del porqué de una memoria colectiva materializada en arquitectura, cómo lograr esto y donde emplazar un objeto arquitectónico tan importante para todos en una ciudad tan distinta como Lima.

Por otro lado recordamos sucesos tan opacos como los ocurridos en el Canal 2 y en Tarata, tratando de entender la arquitectura resultante de aquellos hechos y las razones que incentivaron tales acontecimientos. Asimismo analizamos otro museo de la memoria construido colectivamente en Ayacucho, allí no se hizo necesario la conformación de un comité multidisciplinario, sino que bastó la unión de un grupo de familiares con el recuerdo latente de lo sucedido.

Para crecer individualmente es necesario crecer colectivamente. Solo ayudándonos los unos a los otros resultará fácil y justo el desarrollo personal.

La memoria es una virtud que se debe cultivar en el tiempo, y al mismo tiempo deviene en acto reflejo deformado de la realidad, transformado y alterado por nuestra mente en lapsos de olvido naturales; la presente edición pretende, en el lector, iniciar una reflexión de la realidad desde un enfoque complejo y con ello repensar en la arquitectura como un servicio a la sociedad, la arquitectura al servicio de la memoria.

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