El urbanismo de vanguardia contraataca
Etiquetas: Urbanismo
Extraido de http://elpais.com/diario/2011/09/03/babelia/1315008768_850215.html
Por DAVID COHN 3 SEP 2011
Frente a los propósitos excesivos, la arquitectura cada vez pide más a su entono. Ahora todos hablan de la sostenibilidad. La filosofía pasa por enriquecer la vida a un nivel local y cotidiano en modestos barrios residenciales.
Fin de ciclo, fin de una era: nada ilustra mejor el cambio de rumbo en la arquitectura actual como el espectáculo de Santiago Calatrava respondiendo ante un juez por los excesos y opacidades de sus honorarios en el caso de la Ópera de Palma de Mallorca. Se cierra como se puede otro proyecto desbordado en concepto, tamaño y presupuesto, la Ciudad de la Cultura de Peter Eisenman, y otros grandes proyectos se desvanecen. ¿Sigue con vida la Ciudad del Flamenco de Herzog y De Meuron para Jerez de la Frontera, anunciada en 2003? ¿O el Palacio de Congresos de Córdoba de Rem Koolhaas, de 2002? Sus promotores insistirán en que sí, mientras las probabilidades de su culminación disminuyen cada año que pasa.
Anticipando la caída de esta arquitectura de propósitos excesivos, la profesión no ha tardado en emprender las tareas de reconversión -de hecho, es la oportunidad que muchos, muy críticos con la arquitectura como en una especie de atracción ferial, han estado esperando-. Recientes premios Pritzker han destacado las obras íntimas y locales de Peter Zumthor y Eduardo Souto de Moura, y los misteriosos proyectos sobre la ausencia de Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa. La XI Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo ha otorgado este año su máximo galardón a un modesto proyecto provincial de vivienda pública (en Mieres, Asturias, de Zigzag Arquitectura). La Fundación Arquitectura y Sociedad organizó un congreso el pasado verano en Pamplona con el significativo título Más por menos. Y todos hablan de la sostenibilidad.
Pero ante esta reclusión defensiva en un discurso formal más contenido, otros arquitectos españoles, muchos de ellos de una generación más joven, han abierto un nuevo frente: un ataque frontal a las deficiencias de una planificación urbana rapaz y sin calidad, otra de las grandes patologías de la burbuja especulativa.
En vez de pedir menos a la arquitectura, exigen más a su entorno. Demuestran con sus obras que la arquitectura es capaz de enriquecer la vida a un nivel local y cotidiano. Su meta no es crear monumentos sino fomentar vitalidad urbana en modestos barrios residenciales. Pero esta tarea no se puede realizar exclusivamente a través de obras singulares. Requiere -y este es su reclamo principal- que los planes urbanos con que cada municipio regula su crecimiento se planteen no como crudos instrumentos técnicos, sino con la misma sensibilidad, rigor y compromiso con que los arquitectos confrontan sus mejores obras.
Un ejemplo llamativo de este enfrentamiento se ha producido en un nuevo barrio del pueblo alicantino de Rafal, de 4.000 habitantes. El Grupo Aranea, liderado por el arquitecto Francisco Leiva, de 38 años, ha convertido su proyecto para el instituto secundario del pueblo (Premio FAD de 2010) en un manifiesto de lo que se debe y no se debe hacer en el desarrollo territorial, "un golpe sobre la mesa" en palabras de Leiva.
Al empezar el proyecto en 2003, en plena euforia del bum, el equipo se encontró con un solar dentro de una urbanización que doblaba el tamaño del pueblo. Sobre hilos de pequeños solares, constructores y propietarios individuales habían empezado a construir chalés sobredimensionados que los ocupaban casi por completo. Los chalés estaban realizados en los ostentosos estilos típicos de la costa, con ladrillos vidriados, exóticos mármoles, hierros ornamentales y amplias terrazas rematadas con balaustradas palaciegas. Con la crisis el barrio se quedó con manzanas enteras vacías. Cuenta Leiva: "Estamos hablando de uno de los pueblos más duros de Alicante. Eran campos de limoneros. Era precioso, una huerta horizontal de la vega baja, muy rica. Siempre intentamos en nuestro trabajo plantear una continuidad con lo existente, una arquitectura muy vinculada a la agricultura, a las líneas del terreno. Pero en Rafal no hemos podido hacer esa arquitectura. Se habían cargado todo".
Su respuesta ha sido crear un edificio que da la espalda al pueblo y se abre hacia dentro. Desarrolla en miniatura todas las propiedades urbanas que faltan en la urbanización que lo rodea, donde el espacio público consiste en estrechas aceras, calles asfaltadas y poco más. La escuela conforma una pequeña comunidad de aulas agrupadas en torres, con pasarelas, patios, terrazas, aulas al aire libre y otros puntos de encuentro, organizados alrededor de un espacio central que funciona a la vez como pista deportiva. La vida social del instituto se centra aquí, en las gradas ante la pista, que están integradas en el sistema de circulación del centro y cubiertas en parte por césped artificial de color malva, creando un punto de informalidad dentro de la disciplina de la vida escolar.
Leiva explica así su estrategia: "No hemos podido cambiar Rafal con este proyecto, es demasiado pequeño. Pero vamos a intentar dar una oportunidad a una nueva generación. Es para los estudiantes. Vamos a intentar meterles en la cabeza que pueden cambiar las cosas. Hemos sido un poco duros con sus padres, que no están haciéndolo muy bien. Sus casas han quedado cara a cara con un muro de hormigón y no van a entender nada".
En vez de los ladrillos y baldosas brillantes de sus vecinos, los muros del centro son de un hormigón gris de textura rugosa, donde se ha dejado visible la huella de las tablas de madera de su encofrado, una técnica que recuerda al Brutalismo de los años cincuenta y sesenta, otra vez de moda en las escuelas de arquitectura. También es de la época brutalista el concepto de la arquitectura como espacio social, siguiendo las teorías del grupo Team X, formado por Alison y Peter Smithson en Reino Unido, Aldo van Eyck en Holanda y otros. La complejidad formal del proyecto no es el resultado de una voluntad expresiva; es una tabla de juego para el despliegue y desarrollo de las complejas interrelaciones sociales del centro.
Los arquitectos del Team X estaban muy interesados en el urbanismo, y la organización social de sus edificios refleja sus teorías sobre la ciudad orgánica y su crecimiento. Protagonizaron el último intento de hacer lo que podemos llamar un urbanismo de vanguardia, siguiendo los pasos del Movimiento Moderno de los años veinte y treinta. El fracaso social de varios de los intentos de aplicar sus teorías acabó desacreditándolas, aunque quizás de una forma demasiado abrupta y radical, y en su lugar se impuso la nostalgia posmoderna por la ciudad tradicional de calles y manzanas, la ciudad del siglo XIX. Es el modelo que todavía rige, aunque de una manera puramente formal y vacía de sentido, sobre la planificación urbana en España, como vemos en los nuevos Ensanches de Madrid, o más brutalmente en Rafal. El instituto de Rafal demuestra la necesidad de renovar los modos vigentes de planificación territorial, de abandonar fórmulas estériles y repensar la ciudad como tejido social.
Instituto Rafal http://www.plataformaarquitectura.cl/2011/03/04/instituto-rafal-grupo-aranea/
Por DAVID COHN 3 SEP 2011
Frente a los propósitos excesivos, la arquitectura cada vez pide más a su entono. Ahora todos hablan de la sostenibilidad. La filosofía pasa por enriquecer la vida a un nivel local y cotidiano en modestos barrios residenciales.
“Pienso, por ejemplo, en la Ciudad de la Cultura, en Santiago de Compostela (Galicia), de Peter Eisenman, que es (un proyecto) nada práctico y desproporcionado en cuanto a escala”, explica Curtis.
Fin de ciclo, fin de una era: nada ilustra mejor el cambio de rumbo en la arquitectura actual como el espectáculo de Santiago Calatrava respondiendo ante un juez por los excesos y opacidades de sus honorarios en el caso de la Ópera de Palma de Mallorca. Se cierra como se puede otro proyecto desbordado en concepto, tamaño y presupuesto, la Ciudad de la Cultura de Peter Eisenman, y otros grandes proyectos se desvanecen. ¿Sigue con vida la Ciudad del Flamenco de Herzog y De Meuron para Jerez de la Frontera, anunciada en 2003? ¿O el Palacio de Congresos de Córdoba de Rem Koolhaas, de 2002? Sus promotores insistirán en que sí, mientras las probabilidades de su culminación disminuyen cada año que pasa.
Ciudad del Flamenco de Herzog y De Meuron
“En Córdoba está el proyecto de Rem Koolhaas para el Palacio de Congresos, también horriblemente desproporcionado en relación con la Mezquita, situada enfrente”, critica también Curtis.
Anticipando la caída de esta arquitectura de propósitos excesivos, la profesión no ha tardado en emprender las tareas de reconversión -de hecho, es la oportunidad que muchos, muy críticos con la arquitectura como en una especie de atracción ferial, han estado esperando-. Recientes premios Pritzker han destacado las obras íntimas y locales de Peter Zumthor y Eduardo Souto de Moura, y los misteriosos proyectos sobre la ausencia de Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa. La XI Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo ha otorgado este año su máximo galardón a un modesto proyecto provincial de vivienda pública (en Mieres, Asturias, de Zigzag Arquitectura). La Fundación Arquitectura y Sociedad organizó un congreso el pasado verano en Pamplona con el significativo título Más por menos. Y todos hablan de la sostenibilidad.
Estadio municipal de Braga, Eduardo Souto de Moura
Edificio de 131 Viviendas Protegidas en Mieres, ZigZag arquitectura
Pero ante esta reclusión defensiva en un discurso formal más contenido, otros arquitectos españoles, muchos de ellos de una generación más joven, han abierto un nuevo frente: un ataque frontal a las deficiencias de una planificación urbana rapaz y sin calidad, otra de las grandes patologías de la burbuja especulativa.
En vez de pedir menos a la arquitectura, exigen más a su entorno. Demuestran con sus obras que la arquitectura es capaz de enriquecer la vida a un nivel local y cotidiano. Su meta no es crear monumentos sino fomentar vitalidad urbana en modestos barrios residenciales. Pero esta tarea no se puede realizar exclusivamente a través de obras singulares. Requiere -y este es su reclamo principal- que los planes urbanos con que cada municipio regula su crecimiento se planteen no como crudos instrumentos técnicos, sino con la misma sensibilidad, rigor y compromiso con que los arquitectos confrontan sus mejores obras.
Un ejemplo llamativo de este enfrentamiento se ha producido en un nuevo barrio del pueblo alicantino de Rafal, de 4.000 habitantes. El Grupo Aranea, liderado por el arquitecto Francisco Leiva, de 38 años, ha convertido su proyecto para el instituto secundario del pueblo (Premio FAD de 2010) en un manifiesto de lo que se debe y no se debe hacer en el desarrollo territorial, "un golpe sobre la mesa" en palabras de Leiva.
Instituto Rafal, Grupo Aranea
Al empezar el proyecto en 2003, en plena euforia del bum, el equipo se encontró con un solar dentro de una urbanización que doblaba el tamaño del pueblo. Sobre hilos de pequeños solares, constructores y propietarios individuales habían empezado a construir chalés sobredimensionados que los ocupaban casi por completo. Los chalés estaban realizados en los ostentosos estilos típicos de la costa, con ladrillos vidriados, exóticos mármoles, hierros ornamentales y amplias terrazas rematadas con balaustradas palaciegas. Con la crisis el barrio se quedó con manzanas enteras vacías. Cuenta Leiva: "Estamos hablando de uno de los pueblos más duros de Alicante. Eran campos de limoneros. Era precioso, una huerta horizontal de la vega baja, muy rica. Siempre intentamos en nuestro trabajo plantear una continuidad con lo existente, una arquitectura muy vinculada a la agricultura, a las líneas del terreno. Pero en Rafal no hemos podido hacer esa arquitectura. Se habían cargado todo".
Su respuesta ha sido crear un edificio que da la espalda al pueblo y se abre hacia dentro. Desarrolla en miniatura todas las propiedades urbanas que faltan en la urbanización que lo rodea, donde el espacio público consiste en estrechas aceras, calles asfaltadas y poco más. La escuela conforma una pequeña comunidad de aulas agrupadas en torres, con pasarelas, patios, terrazas, aulas al aire libre y otros puntos de encuentro, organizados alrededor de un espacio central que funciona a la vez como pista deportiva. La vida social del instituto se centra aquí, en las gradas ante la pista, que están integradas en el sistema de circulación del centro y cubiertas en parte por césped artificial de color malva, creando un punto de informalidad dentro de la disciplina de la vida escolar.
Leiva explica así su estrategia: "No hemos podido cambiar Rafal con este proyecto, es demasiado pequeño. Pero vamos a intentar dar una oportunidad a una nueva generación. Es para los estudiantes. Vamos a intentar meterles en la cabeza que pueden cambiar las cosas. Hemos sido un poco duros con sus padres, que no están haciéndolo muy bien. Sus casas han quedado cara a cara con un muro de hormigón y no van a entender nada".
En vez de los ladrillos y baldosas brillantes de sus vecinos, los muros del centro son de un hormigón gris de textura rugosa, donde se ha dejado visible la huella de las tablas de madera de su encofrado, una técnica que recuerda al Brutalismo de los años cincuenta y sesenta, otra vez de moda en las escuelas de arquitectura. También es de la época brutalista el concepto de la arquitectura como espacio social, siguiendo las teorías del grupo Team X, formado por Alison y Peter Smithson en Reino Unido, Aldo van Eyck en Holanda y otros. La complejidad formal del proyecto no es el resultado de una voluntad expresiva; es una tabla de juego para el despliegue y desarrollo de las complejas interrelaciones sociales del centro.
Los arquitectos del Team X estaban muy interesados en el urbanismo, y la organización social de sus edificios refleja sus teorías sobre la ciudad orgánica y su crecimiento. Protagonizaron el último intento de hacer lo que podemos llamar un urbanismo de vanguardia, siguiendo los pasos del Movimiento Moderno de los años veinte y treinta. El fracaso social de varios de los intentos de aplicar sus teorías acabó desacreditándolas, aunque quizás de una forma demasiado abrupta y radical, y en su lugar se impuso la nostalgia posmoderna por la ciudad tradicional de calles y manzanas, la ciudad del siglo XIX. Es el modelo que todavía rige, aunque de una manera puramente formal y vacía de sentido, sobre la planificación urbana en España, como vemos en los nuevos Ensanches de Madrid, o más brutalmente en Rafal. El instituto de Rafal demuestra la necesidad de renovar los modos vigentes de planificación territorial, de abandonar fórmulas estériles y repensar la ciudad como tejido social.
Instituto Rafal http://www.plataformaarquitectura.cl/2011/03/04/instituto-rafal-grupo-aranea/
El Pritzker más político de la historia
Etiquetas: pritzker, Wang Shu
Extraido de http://cultura.elpais.com/cultura/2012/02/27/actualidad/1330374250_504997.html
Por Anatxu Zabalbeascoa Madrid 28 FEB 2012
Imagen del pabellón Tengtou Pavilion en Shanghái.
El chino Wang Shu, defensor del cuidado con la tradición frente a la rápida destrucción y el imparable crecimiento de las ciudades de su país se hace con el galardón
Entre 1990 y 2000 Wang Shu (1964) no tenía trabajo. No quería entrar en el mundo académico ni dedicarse a la política y decidió probar suerte en “el peldaño más bajo de la sociedad”, explicó el arquitecto hace dos años en la última Bienal de Venecia. Ese peldaño era la construcción, con horario de 8 a 24h. Shu comprendió que tradición es continuidad y encontró tiempo para estudiar las tradiciones artísticas y filosóficas de otras culturas. Una década después ha conseguido el Premio Pritzker. Y ahora son sus cuatro colaboradores quienes se llevan a casa deberes para aprender de tradiciones que les ayudan a tomar decisiones como reponer los materiales de un edificio cada veinte años o no construir cimentaciones con hormigón para no herir el territorio.
Más allá de reconocer la mejor arquitectura del pasado, o del momento, el Pritzker ha decidido indicar cuáles deben ser las vías de futuro, y el premio para un arquitecto conocido por denunciar la destrucción del patrimonio arquitectónico chino en medio de la desaforada carrera de su país hacia un supuesto progreso es ciertamente un golpe sobre la mesa. Este año ya estaba anunciado que el galardón se entregaría en Pekín. Y un jurado de proyectistas periféricos, (Aravena, Pallasmaa, Murcutt no sólo por sus procedencias, también por su manera social y cultural de juzgar la arquitectura), optó por hacer política lanzando al estrellato a un profesional que llevó a la Bienal de Venecia sendas protestas por la destrucción del patrimonio de su país y a favor de la arquitectura “poco profesional” realizada por la gente y fruto de una colaboración. “No todo el futuro es High Tech. La tradición se puede realizar con técnicas modernas”, declaró entonces. Y más allá de hacerlo alto y claro con su trabajo, no ha cesado de lanzar mensajes: “No basta con hacer cosas populares.
Fundación Hyatt del campus Xiangshan de la Academia de Arte de China en la ciudad de Hangzhou.
China puede mostrar el camino de la responsabilidad al mundo” es uno de ellos. Mientras su país se decide, está claro que él sí trata de mostrarlo. También a China. Su Museo Histórico de Ningbo –que él define como una montaña- es, en realidad un monolito levantado con restos de piedras provenientes de edificios de esa ciudad que habían sido demolidos. En ese inmueble, el arquitecto puso a prueba sus ideas en defensa de la colaboración y aceptó que los obreros decidieran la organización final de las piedras de la misma forma aleatoria que los habitantes de la zona suelen recomponer los ladrillos de sus viviendas tras uno de los frecuentes tifones.
Wang Shu formó en 1998, junto a su mujer la arquitecta Lu Wenyu, el estudio Amateur Architecture que, ya desde el propio nombre, defiende un regreso hacia la no profesionalización de la disciplina asegurando que la participación de los futuros usuarios asegurará el mantenimiento del edificio y la posibilidad de que todo el planeta conozca una arquitectura más humana. Es una pena que el valiente jurado del Pritzker haya tenido en esta ocasión tanta visión y a la vez tan poca como para no premiar también a la socia y esposa de Shu, como sí hizo hace dos años con ocasión del premio a Kazuyo Sejima que la japonesa compartió con su socio Ryue Nishizawa.
Con Lu Wenyu convertida en la nueva Denise Scott Brown -a la que el Pritzker no reconoció al premiar a su socio y marido Robert Venturi- el galadón envía dos mensajes. Por un lado premia a un arquitecto que ha denunciado que la profesión es cómplice de la destrucción y exige una vía sostenible con la cultura y los lugares. Por otro, pierde la oportunidad de, precisamente en un país como China, demostrar que el trabajo de las mujeres y los hombres debe reconocerse por igual. Los cuatro empleados del matrimonio se han cansado de escuchar de sus jefes frases como: “La humanidad es más importante que la arquitectura” o “un edificio que no comprende a la personas es insignificante”. Wan Shu, que se formó en China y, desde su estudio en Hangzhou, a 170 Kilómetros de Shanghai, solo ha construido en ese país, anima, también desde su web, a construir con “naturalidad, espontaneidad, temporalidad y si hace falta de manera ilegal”.
Por Anatxu Zabalbeascoa Madrid 28 FEB 2012
Imagen del pabellón Tengtou Pavilion en Shanghái.
El chino Wang Shu, defensor del cuidado con la tradición frente a la rápida destrucción y el imparable crecimiento de las ciudades de su país se hace con el galardón
Entre 1990 y 2000 Wang Shu (1964) no tenía trabajo. No quería entrar en el mundo académico ni dedicarse a la política y decidió probar suerte en “el peldaño más bajo de la sociedad”, explicó el arquitecto hace dos años en la última Bienal de Venecia. Ese peldaño era la construcción, con horario de 8 a 24h. Shu comprendió que tradición es continuidad y encontró tiempo para estudiar las tradiciones artísticas y filosóficas de otras culturas. Una década después ha conseguido el Premio Pritzker. Y ahora son sus cuatro colaboradores quienes se llevan a casa deberes para aprender de tradiciones que les ayudan a tomar decisiones como reponer los materiales de un edificio cada veinte años o no construir cimentaciones con hormigón para no herir el territorio.
Más allá de reconocer la mejor arquitectura del pasado, o del momento, el Pritzker ha decidido indicar cuáles deben ser las vías de futuro, y el premio para un arquitecto conocido por denunciar la destrucción del patrimonio arquitectónico chino en medio de la desaforada carrera de su país hacia un supuesto progreso es ciertamente un golpe sobre la mesa. Este año ya estaba anunciado que el galardón se entregaría en Pekín. Y un jurado de proyectistas periféricos, (Aravena, Pallasmaa, Murcutt no sólo por sus procedencias, también por su manera social y cultural de juzgar la arquitectura), optó por hacer política lanzando al estrellato a un profesional que llevó a la Bienal de Venecia sendas protestas por la destrucción del patrimonio de su país y a favor de la arquitectura “poco profesional” realizada por la gente y fruto de una colaboración. “No todo el futuro es High Tech. La tradición se puede realizar con técnicas modernas”, declaró entonces. Y más allá de hacerlo alto y claro con su trabajo, no ha cesado de lanzar mensajes: “No basta con hacer cosas populares.
Fundación Hyatt del campus Xiangshan de la Academia de Arte de China en la ciudad de Hangzhou.
China puede mostrar el camino de la responsabilidad al mundo” es uno de ellos. Mientras su país se decide, está claro que él sí trata de mostrarlo. También a China. Su Museo Histórico de Ningbo –que él define como una montaña- es, en realidad un monolito levantado con restos de piedras provenientes de edificios de esa ciudad que habían sido demolidos. En ese inmueble, el arquitecto puso a prueba sus ideas en defensa de la colaboración y aceptó que los obreros decidieran la organización final de las piedras de la misma forma aleatoria que los habitantes de la zona suelen recomponer los ladrillos de sus viviendas tras uno de los frecuentes tifones.
Wang Shu formó en 1998, junto a su mujer la arquitecta Lu Wenyu, el estudio Amateur Architecture que, ya desde el propio nombre, defiende un regreso hacia la no profesionalización de la disciplina asegurando que la participación de los futuros usuarios asegurará el mantenimiento del edificio y la posibilidad de que todo el planeta conozca una arquitectura más humana. Es una pena que el valiente jurado del Pritzker haya tenido en esta ocasión tanta visión y a la vez tan poca como para no premiar también a la socia y esposa de Shu, como sí hizo hace dos años con ocasión del premio a Kazuyo Sejima que la japonesa compartió con su socio Ryue Nishizawa.
Con Lu Wenyu convertida en la nueva Denise Scott Brown -a la que el Pritzker no reconoció al premiar a su socio y marido Robert Venturi- el galadón envía dos mensajes. Por un lado premia a un arquitecto que ha denunciado que la profesión es cómplice de la destrucción y exige una vía sostenible con la cultura y los lugares. Por otro, pierde la oportunidad de, precisamente en un país como China, demostrar que el trabajo de las mujeres y los hombres debe reconocerse por igual. Los cuatro empleados del matrimonio se han cansado de escuchar de sus jefes frases como: “La humanidad es más importante que la arquitectura” o “un edificio que no comprende a la personas es insignificante”. Wan Shu, que se formó en China y, desde su estudio en Hangzhou, a 170 Kilómetros de Shanghai, solo ha construido en ese país, anima, también desde su web, a construir con “naturalidad, espontaneidad, temporalidad y si hace falta de manera ilegal”.
Hacia un hábitat autosuficiente
Extraido de http://elpais.com/diario/2009/03/28/opinion/1238194813_850215.html
VICENTE GUALLART 28 MAR 2009
Esta crisis económica es un fantástico punto de arranque para cambiar físicamente los espacios en los que vivimos, de acuerdo a nuevas reglas de relación. Habría que aplicar el modelo de Internet a la habitabilidad.
Fab Lab House
Puede la actual crisis ser un estímulo para desarrollar una nueva economía en torno al desarrollo eco-eficiente? España es un referente mundial en el desarrollo de infraestructuras urbanas, construcción de equipamientos y espacios públicos, diseño de viviendas innovadoras y de buena arquitectura. Y es un líder en la producción y gestión de energías renovables. El equivalente a los automóviles eléctricos que hoy se desarrollan en Estados Unidos, Alemania o Japón con los que se pretende impulsar una nueva etapa económica global, puede tener su replica en los eco-barrios, edificios autosuficientes, y diseños de viviendas avanzadas que se pueden desarrollar en España. ¿Es posible superar los debates respecto a la crisis de la economía del ladrillo y centrarse en la oportunidad del desarrollo de nuevos modelos de hábitats autosuficientes, con los que mejorar nuestra calidad de vida, y presentarse al mundo?
La sociedad de la información y el mundo en red, ha cambiado la manera como habitamos las ciudades, pero no ha cambiado las ciudades. Siguen siendo diseñadas y construidas con parámetros propios de la sociedad industrial, disfrazadas en ocasiones con dosis de sostenibilidad. Las actuales circunstancias económicas son un fantástico punto inicial para afrontar la transformación física de los espacios que habitamos de acuerdo a nuevas reglas relacionales. ¿Cómo se aplica el modelo distribuido de Internet a la habitabilidad del mundo?
La sociedad industrial se ha caracterizado por resolver las necesidades humanas a través de grandes infraestructuras que abastecían a millones de personas. Energía, alimentos y bienes se producían de forma centralizada con estructuras creadas para resolver necesidades a la escala global, que luego necesitaban mecanismos logísticos para llevar a la escala individual dichos productos. Estas estructuras funcionaban porque había trabajadores que producían y millones de consumidores que consumían. Ahora, si no consume, el mundo no funciona. Y si se consume, el planeta se degrada.
Sin embargo, a los trabajadores-consumidores de la era industrial les pueden suceder los creadores-productores conectados de la sociedad de la información capaces de producir casi cualquier recurso de forma local a partir de un know-how que se comparte en red. Éste es probablemente el gran cambio de paradigma, que va a transformar la economía y que debe transformar la habitabilidad del territorio.
Frente a un modelo con pocos centros de producción que abastecían a millones de personas con el mismo producto, Internet fomenta la relación de millones de personas que producen contenidos diversos y que permiten personalizar tanto el momento como el producto producido y la manera como se intercambia con otros nodos de la red. La aplicación de estas estructuras, a la construcción del mundo físico, fomentaría el desarrollo de estructuras autoorganizadas tendentes a la autosuficiencia, capaces de crear y mejorar calidad de vida, y consumir menos recursos.
La autosuficiencia conectada es el límite de la sostenibilidad. Este era un concepto basado en buenas intenciones, no definible a partir de parámetros precisos, y ya vacío de contenido por su uso indiscriminado para justificar casi cualquier acción sobre el territorio. La autosuficiencia conectada plantea seguir los principios autoorganizativos propios de los sistemas naturales, que tienen por principio esencial la perdurabilidad en el tiempo con el menor consumo energético. Más que confiar en un desarrollo sostenible, hay que iniciar un proceso proactivo de dotación de estructuras eco-eficientes del territorio construido y de producción de excedentes energéticos en los nuevos desarrollos.
Y varios de los elementos básicos de la habitabilidad de las personas, directamente relacionados con las estructuras que habitamos pueden ser transformados siguiendo principios nuevos.
1. Energía. Cualquier edificio, barrio o ciudad, debería generar el 100% de la energía que consume en el propio lugar a través de la introducción de sistemas captadores integrados en los primeros edificios, que se comparten a través de microrredes inteligentes. Este principio debe redefinir la propia forma de la arquitectura que debe garantizar por medio de su geometría y su posición en el territorio, que es capaz de generar su energía.
2. Alimentos. Lo urbano es por definición diferente de lo agrícola. En el campo se hacía la comida y en la ciudad se consumía. Para dar valor a los alimentos, habría que fomentar la puesta en valor de las grandes extensiones de terreno muy fértil situado en el entorno de grandes ciudades, la distribución directa desde el punto de cultivo al de consumo o la creación de huertos urbanos. Y estos paisajes agrícolas deberían introducir sus trazas y estructuras en los desarrollos en los bordes de las ciudades.
3. Fabricación. La doctrina de los últimos años, decía que en los países avanzados se diseñaba y en los emergentes se fabricaba. Sin embargo, el desarrollo de maquinaria de fabricación avanzada permite que cualquier objeto pueda ser producido en cualquier lugar del mundo por cualquier persona, a partir de conocimiento compartido. Los laboratorios de fabricación o Fab Labs son las nuevas fábricas locales, que fomentan economías de alto valor y evitan millones de desplazamientos diarios.
4. Internet. Tras el Internet de la economía, y el Internet social, el próximo Internet es el Internet de las cosas: objetos, lugares y edificios fabricados con cierta inteligencia, y relacionados con el fin de ahorrar energía, y fomentar la interacción social. De esta manera, existe un potencial de aumentar la eficacia del mundo físico dotándole de nuevas propiedades relacionales, a partir de criterios desarrollados de forma abierta y transparente.
5. Compartir. Si el mundo físico se divide entre espacios públicos y privados, Internet nos enseña los beneficios de los recursos compartidos. El intercambio propio de la economía va más a allá de comprar o vender. Existen otros modelos más centrados en el uso de las cosas, que no en su propiedad, aplicables a espacios urbanos y habitacionales.
6. Conocimiento. El conocimiento es la materia prima fundamental de la nueva economía, y la investigación su principal mecanismo de producción. Cualquier ámbito de la sociedad puede ser motor de la economía, si se investiga y se fomenta la innovación en torno a él. La arquitectura, y el desarrollo urbano deberían ser capaces de mezclarse con disciplinas próximas, como la ecología urbana, el paisajismo, el diseño de nuevos materiales, la nanotecnología o la inteligencia artificial.
Estos y otros cambios de paradigmas pueden fermentar un cambio estructural en la manera cómo se diseñan, producen o reforman las ciudades. La arquitectura debe superar su etapa puramente icónica y volver a los principios esenciales de lo sistémico, donde el proyecto de la habitabilidad sea entendido de forma global. Hay que diseñar barrios y ciudades eco-eficientes, asumiendo que quizás haya que invertir más para ahorrar más. La figura del arquitecto que repite sus diseños (cual franquicia) por ciudades de todo el mundo, es obsoleta. Y hacen falta políticos que lideren estos procesos, en los que más allá de gestionar problemas puedan reconocer oportunidades en las ciudades y en el territorio y las sepan ejecutar, a la velocidad adecuada.
Ahora es el momento de innovar y crear un nuevo liderazgo, más que de vender los logros pasados, o criticar los excesos de los que se quisieron beneficiar del sistema sin aportarle valor. España ha tenido en los últimos años una posición central en el debate urbano internacional porque ha sabido trasladar su transformación social y económica a una transformación física de sus ciudades y su territorio. El desarrollo de experiencias de éxito de una nueva forma de construir y habitar el territorio puede permitir generar nuevas economías a partir de trasladar tanto a países desarrollados, como a las economías emergentes, las experiencias relativas al diseño de nuevos hábitats autosuficientes.
Vicente Guallart, arquitecto, es director de Guallart Architects y del Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña.
VICENTE GUALLART 28 MAR 2009
Esta crisis económica es un fantástico punto de arranque para cambiar físicamente los espacios en los que vivimos, de acuerdo a nuevas reglas de relación. Habría que aplicar el modelo de Internet a la habitabilidad.
Fab Lab House
Puede la actual crisis ser un estímulo para desarrollar una nueva economía en torno al desarrollo eco-eficiente? España es un referente mundial en el desarrollo de infraestructuras urbanas, construcción de equipamientos y espacios públicos, diseño de viviendas innovadoras y de buena arquitectura. Y es un líder en la producción y gestión de energías renovables. El equivalente a los automóviles eléctricos que hoy se desarrollan en Estados Unidos, Alemania o Japón con los que se pretende impulsar una nueva etapa económica global, puede tener su replica en los eco-barrios, edificios autosuficientes, y diseños de viviendas avanzadas que se pueden desarrollar en España. ¿Es posible superar los debates respecto a la crisis de la economía del ladrillo y centrarse en la oportunidad del desarrollo de nuevos modelos de hábitats autosuficientes, con los que mejorar nuestra calidad de vida, y presentarse al mundo?
La sociedad de la información y el mundo en red, ha cambiado la manera como habitamos las ciudades, pero no ha cambiado las ciudades. Siguen siendo diseñadas y construidas con parámetros propios de la sociedad industrial, disfrazadas en ocasiones con dosis de sostenibilidad. Las actuales circunstancias económicas son un fantástico punto inicial para afrontar la transformación física de los espacios que habitamos de acuerdo a nuevas reglas relacionales. ¿Cómo se aplica el modelo distribuido de Internet a la habitabilidad del mundo?
La sociedad industrial se ha caracterizado por resolver las necesidades humanas a través de grandes infraestructuras que abastecían a millones de personas. Energía, alimentos y bienes se producían de forma centralizada con estructuras creadas para resolver necesidades a la escala global, que luego necesitaban mecanismos logísticos para llevar a la escala individual dichos productos. Estas estructuras funcionaban porque había trabajadores que producían y millones de consumidores que consumían. Ahora, si no consume, el mundo no funciona. Y si se consume, el planeta se degrada.
Sin embargo, a los trabajadores-consumidores de la era industrial les pueden suceder los creadores-productores conectados de la sociedad de la información capaces de producir casi cualquier recurso de forma local a partir de un know-how que se comparte en red. Éste es probablemente el gran cambio de paradigma, que va a transformar la economía y que debe transformar la habitabilidad del territorio.
Frente a un modelo con pocos centros de producción que abastecían a millones de personas con el mismo producto, Internet fomenta la relación de millones de personas que producen contenidos diversos y que permiten personalizar tanto el momento como el producto producido y la manera como se intercambia con otros nodos de la red. La aplicación de estas estructuras, a la construcción del mundo físico, fomentaría el desarrollo de estructuras autoorganizadas tendentes a la autosuficiencia, capaces de crear y mejorar calidad de vida, y consumir menos recursos.
La autosuficiencia conectada es el límite de la sostenibilidad. Este era un concepto basado en buenas intenciones, no definible a partir de parámetros precisos, y ya vacío de contenido por su uso indiscriminado para justificar casi cualquier acción sobre el territorio. La autosuficiencia conectada plantea seguir los principios autoorganizativos propios de los sistemas naturales, que tienen por principio esencial la perdurabilidad en el tiempo con el menor consumo energético. Más que confiar en un desarrollo sostenible, hay que iniciar un proceso proactivo de dotación de estructuras eco-eficientes del territorio construido y de producción de excedentes energéticos en los nuevos desarrollos.
Y varios de los elementos básicos de la habitabilidad de las personas, directamente relacionados con las estructuras que habitamos pueden ser transformados siguiendo principios nuevos.
1. Energía. Cualquier edificio, barrio o ciudad, debería generar el 100% de la energía que consume en el propio lugar a través de la introducción de sistemas captadores integrados en los primeros edificios, que se comparten a través de microrredes inteligentes. Este principio debe redefinir la propia forma de la arquitectura que debe garantizar por medio de su geometría y su posición en el territorio, que es capaz de generar su energía.
2. Alimentos. Lo urbano es por definición diferente de lo agrícola. En el campo se hacía la comida y en la ciudad se consumía. Para dar valor a los alimentos, habría que fomentar la puesta en valor de las grandes extensiones de terreno muy fértil situado en el entorno de grandes ciudades, la distribución directa desde el punto de cultivo al de consumo o la creación de huertos urbanos. Y estos paisajes agrícolas deberían introducir sus trazas y estructuras en los desarrollos en los bordes de las ciudades.
3. Fabricación. La doctrina de los últimos años, decía que en los países avanzados se diseñaba y en los emergentes se fabricaba. Sin embargo, el desarrollo de maquinaria de fabricación avanzada permite que cualquier objeto pueda ser producido en cualquier lugar del mundo por cualquier persona, a partir de conocimiento compartido. Los laboratorios de fabricación o Fab Labs son las nuevas fábricas locales, que fomentan economías de alto valor y evitan millones de desplazamientos diarios.
4. Internet. Tras el Internet de la economía, y el Internet social, el próximo Internet es el Internet de las cosas: objetos, lugares y edificios fabricados con cierta inteligencia, y relacionados con el fin de ahorrar energía, y fomentar la interacción social. De esta manera, existe un potencial de aumentar la eficacia del mundo físico dotándole de nuevas propiedades relacionales, a partir de criterios desarrollados de forma abierta y transparente.
5. Compartir. Si el mundo físico se divide entre espacios públicos y privados, Internet nos enseña los beneficios de los recursos compartidos. El intercambio propio de la economía va más a allá de comprar o vender. Existen otros modelos más centrados en el uso de las cosas, que no en su propiedad, aplicables a espacios urbanos y habitacionales.
6. Conocimiento. El conocimiento es la materia prima fundamental de la nueva economía, y la investigación su principal mecanismo de producción. Cualquier ámbito de la sociedad puede ser motor de la economía, si se investiga y se fomenta la innovación en torno a él. La arquitectura, y el desarrollo urbano deberían ser capaces de mezclarse con disciplinas próximas, como la ecología urbana, el paisajismo, el diseño de nuevos materiales, la nanotecnología o la inteligencia artificial.
Estos y otros cambios de paradigmas pueden fermentar un cambio estructural en la manera cómo se diseñan, producen o reforman las ciudades. La arquitectura debe superar su etapa puramente icónica y volver a los principios esenciales de lo sistémico, donde el proyecto de la habitabilidad sea entendido de forma global. Hay que diseñar barrios y ciudades eco-eficientes, asumiendo que quizás haya que invertir más para ahorrar más. La figura del arquitecto que repite sus diseños (cual franquicia) por ciudades de todo el mundo, es obsoleta. Y hacen falta políticos que lideren estos procesos, en los que más allá de gestionar problemas puedan reconocer oportunidades en las ciudades y en el territorio y las sepan ejecutar, a la velocidad adecuada.
Ahora es el momento de innovar y crear un nuevo liderazgo, más que de vender los logros pasados, o criticar los excesos de los que se quisieron beneficiar del sistema sin aportarle valor. España ha tenido en los últimos años una posición central en el debate urbano internacional porque ha sabido trasladar su transformación social y económica a una transformación física de sus ciudades y su territorio. El desarrollo de experiencias de éxito de una nueva forma de construir y habitar el territorio puede permitir generar nuevas economías a partir de trasladar tanto a países desarrollados, como a las economías emergentes, las experiencias relativas al diseño de nuevos hábitats autosuficientes.
Vicente Guallart, arquitecto, es director de Guallart Architects y del Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña.
El chino Wang Shu gana el premio Pritzker de Arquitectura 2012
Etiquetas: pritzker, Wang Shu
Extraido de http://cultura.elpais.com/cultura/2012/02/27/actualidad/1330358438_588016.html
El arquitecto solo ha trabajado en China
Fue el responsable del pabellón del país asiático en la Bienal de Venecia de 2006
Dirige con su mujer el Estudio de Arquitectura Amateur en el interior del país
El arquitecto chino Wang Shu, de 48 años, ha sido galardonado hoy con el premio Pritzker, considerado el Nobel de la Arquitectura, por una obra artesanal, respetuosa con el medio ambiente y de gran profundidad filosófica, en la que conviven de forma armoniosa tradición y modernidad.
Wang, nacido el 4 de noviembre de 1963 en Urumqi, en la remota región uigur de Xinjiang, sólo ha trabajado dentro de China y ha desarrollado la mayor parte de su obra en Hangzhou, a 170 kilómetros al suroeste de Shangai, donde dirige desde 1997 junto a su esposa, Lu Wenyu, el Estudio de Arquitectura Amateur. El arquitecto fue el responsable del pabellón que representó a China en la Bienal de Venecia de 2006, la primera visita del país asiático a esta cita cultural. También ha expuesto su obra en el Centro Pompidou.
"El hecho de que se haya elegido a un arquitecto chino supone un importante paso en el reconocimiento del papel que va a jugar China en el desarrollo de los ideales arquitectónicos. Además, el éxito del urbanismo chino en las próximas décadas será importante, no ya para China, sino para el mundo entero", ha señalado Pritzker. "Este urbanismo, como el del resto del mundo, requiere estar en armonía con la cultura y las necesidades locales" y, en el caso de China, debe compatibilizar "sus tradiciones y su pasado con las exigencias de un desarrollo sostenible", ha añadido el promotor del galardón.
La Ceramic house, en el parque Jinhua de China, obra de Wang Shu.
Tres de las obras principales de Wang Shu son la Biblioteca del Colegio Wenzheng en la Universidad de Suzhou, el Museo de Historia de la ciudad portuaria de Ningbo y el Campus Xiangshan de Bellas Artes de Hangzhou, así como el pabellón de Tengtou-Ningbo en la Exposición Universal de Shangai.
"Ha sido una enorme sorpresa. Me siento tremendamente honrado de recibir el Premio Pritzker. Me ha hecho darme cuenta de la cantidad de cosas que he hecho en la última década. Y es una prueba de que el trabajo duro y la perseverancia conducen a resultados positivos", ha comunicado Wang a los organizadores.
Prueba de su amor por el medio ambiente y la economía de materiales es su decisión de aprovechar dos millones de tejas procedentes de demoliciones de casas tradicionales para cubrir el techo de varios edificios del campus de Hangzhou.
Defensor de los materiales artesanales y tradicionales, Wang ha crecido en una ciudad que ha visto destruir el 90% de su arquitectura tradicional en sólo 30 años con el rápido desarrollo económico, como recordaba hace un mes en París, en Le Courrier de l'Architecte. Wang, que encuentra su mayor placer trabajando como un artesano o un amateur -de ahí el nombre de su estudio-, es partidario de la slow-build (la construcción lenta), según esta publicación.
"Hace cien años, el ritmo de vida chino era más lento que en la cultura occidental. En cien años, nos hemos convertido en los más rápidos. No tenemos tiempo para reflexionar", se lamentaba en una conferencia en la Escuela de Chaillot el 31 de enero pasado.
Wang Shu es el segundo chino en obtener el Pritzker, tras I.M. Pei en 1983. Estadounidense pero de origen chino, Pei se formó en Harvard y en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y es autor de obras como la pirámide del Louvre y la Biblioteca y Museo Presidencial John F. Kennedy.
Por primera vez en China
El premio consiste en 100.000 dólares (unos 74.600 euros) y una medalla de bronce con una inscripción latina en su reverso: Firmitas, Utilitas, Venustas (Firmeza, Utilidad y Belleza), el lema de Vitruvio, considerado uno de los "padres" de la Arquitectura.
El galardón se entrega cada año en distintas ciudades y en esta ocasión, y por primera vez en su historia, la ceremonia se trasladará el 25 de mayo a Pekín.
En ocasiones anteriores el premio lo han ganado arquitectos como el francés Jean Nouvel, los británicos Norman Foster y Richard Rogers, el español Rafael Moneo, el italiano Renzo Piano, el mexicano Luis Barragán, los estadounidenses Frank Gehry y Richard Meier, los brasileños Óscar Niemeyer y Paulo Mendes de Rocha y los portugueses Álvaro Siza y Eduardo Souto de Moura, galardonado el año pasado.
El presidente de la Fundación Hyatt, promotora de este premio a lo largo de 34 ediciones, Thomas J. Pritzker, ha comunicado el fallo del jurado, presidido por Lord Palumbo y del que forman parte el chileno Alejandro Aravena y la británico-iraquí Zaha Hadid, entre otros.
Ningbo Historic Museum- Wang Shu, Amateur Architecture Studio.
El arquitecto solo ha trabajado en China
Fue el responsable del pabellón del país asiático en la Bienal de Venecia de 2006
Dirige con su mujer el Estudio de Arquitectura Amateur en el interior del país
El arquitecto chino Wang Shu, de 48 años, ha sido galardonado hoy con el premio Pritzker, considerado el Nobel de la Arquitectura, por una obra artesanal, respetuosa con el medio ambiente y de gran profundidad filosófica, en la que conviven de forma armoniosa tradición y modernidad.
Wang, nacido el 4 de noviembre de 1963 en Urumqi, en la remota región uigur de Xinjiang, sólo ha trabajado dentro de China y ha desarrollado la mayor parte de su obra en Hangzhou, a 170 kilómetros al suroeste de Shangai, donde dirige desde 1997 junto a su esposa, Lu Wenyu, el Estudio de Arquitectura Amateur. El arquitecto fue el responsable del pabellón que representó a China en la Bienal de Venecia de 2006, la primera visita del país asiático a esta cita cultural. También ha expuesto su obra en el Centro Pompidou.
"El hecho de que se haya elegido a un arquitecto chino supone un importante paso en el reconocimiento del papel que va a jugar China en el desarrollo de los ideales arquitectónicos. Además, el éxito del urbanismo chino en las próximas décadas será importante, no ya para China, sino para el mundo entero", ha señalado Pritzker. "Este urbanismo, como el del resto del mundo, requiere estar en armonía con la cultura y las necesidades locales" y, en el caso de China, debe compatibilizar "sus tradiciones y su pasado con las exigencias de un desarrollo sostenible", ha añadido el promotor del galardón.
La Ceramic house, en el parque Jinhua de China, obra de Wang Shu.
Tres de las obras principales de Wang Shu son la Biblioteca del Colegio Wenzheng en la Universidad de Suzhou, el Museo de Historia de la ciudad portuaria de Ningbo y el Campus Xiangshan de Bellas Artes de Hangzhou, así como el pabellón de Tengtou-Ningbo en la Exposición Universal de Shangai.
"Ha sido una enorme sorpresa. Me siento tremendamente honrado de recibir el Premio Pritzker. Me ha hecho darme cuenta de la cantidad de cosas que he hecho en la última década. Y es una prueba de que el trabajo duro y la perseverancia conducen a resultados positivos", ha comunicado Wang a los organizadores.
Prueba de su amor por el medio ambiente y la economía de materiales es su decisión de aprovechar dos millones de tejas procedentes de demoliciones de casas tradicionales para cubrir el techo de varios edificios del campus de Hangzhou.
Defensor de los materiales artesanales y tradicionales, Wang ha crecido en una ciudad que ha visto destruir el 90% de su arquitectura tradicional en sólo 30 años con el rápido desarrollo económico, como recordaba hace un mes en París, en Le Courrier de l'Architecte. Wang, que encuentra su mayor placer trabajando como un artesano o un amateur -de ahí el nombre de su estudio-, es partidario de la slow-build (la construcción lenta), según esta publicación.
"Hace cien años, el ritmo de vida chino era más lento que en la cultura occidental. En cien años, nos hemos convertido en los más rápidos. No tenemos tiempo para reflexionar", se lamentaba en una conferencia en la Escuela de Chaillot el 31 de enero pasado.
Wang Shu es el segundo chino en obtener el Pritzker, tras I.M. Pei en 1983. Estadounidense pero de origen chino, Pei se formó en Harvard y en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y es autor de obras como la pirámide del Louvre y la Biblioteca y Museo Presidencial John F. Kennedy.
Por primera vez en China
El premio consiste en 100.000 dólares (unos 74.600 euros) y una medalla de bronce con una inscripción latina en su reverso: Firmitas, Utilitas, Venustas (Firmeza, Utilidad y Belleza), el lema de Vitruvio, considerado uno de los "padres" de la Arquitectura.
El galardón se entrega cada año en distintas ciudades y en esta ocasión, y por primera vez en su historia, la ceremonia se trasladará el 25 de mayo a Pekín.
En ocasiones anteriores el premio lo han ganado arquitectos como el francés Jean Nouvel, los británicos Norman Foster y Richard Rogers, el español Rafael Moneo, el italiano Renzo Piano, el mexicano Luis Barragán, los estadounidenses Frank Gehry y Richard Meier, los brasileños Óscar Niemeyer y Paulo Mendes de Rocha y los portugueses Álvaro Siza y Eduardo Souto de Moura, galardonado el año pasado.
El presidente de la Fundación Hyatt, promotora de este premio a lo largo de 34 ediciones, Thomas J. Pritzker, ha comunicado el fallo del jurado, presidido por Lord Palumbo y del que forman parte el chileno Alejandro Aravena y la británico-iraquí Zaha Hadid, entre otros.
Ningbo Historic Museum- Wang Shu, Amateur Architecture Studio.
Tunel: Conexión Lima - San Juan de Lurigancho
Edificios que curan
Etiquetas: Alvar Aalto, Brasil, Frank Gehry, hospitales, Lelé, Michael Murphy, Rwanda, Zaha Hadid
Extrahido de http://cultura.elpais.com/cultura/2012/02/03/actualidad/1328271824_978563.html
Por Anatxu Zabalbeascoa 3 FEB 2012
Ver árboles y no agotarse por los pasillos, convalecer en un espacio doméstico en vez de encerrarse en un hospital. Muchos proyectistas, como Alvar Aalto en Finlandia y Lelé en Brasil, investigan la relación entre la salud y el diseño de las clínicas.
Sanatorio de Paimio, Alvar Aalto.
La azotea del sanatorio de Paimio, en Finlandia, no se podría construir hoy. No cumple la normativa. Su barandilla es demasiado baja y algún niño despistado podría caerse. Pero hace casi un siglo, en 1929, el arquitecto Alvar Aalto la ideó para alegrar la vida de los tuberculosos que, tumbados en sus hamacas y embutidos en forros de lana, respiraban allí aire puro, trataban de capturar el calor de algún rayo de sol y contemplaban un horizonte de pinos sin que una barrera les estropeara las vistas. Paimio es el edificio más racionalista del arquitecto finlandés. Todavía hoy, con la tuberculosis erradicada, resulta ejemplar. Es un monumento al cuidado y respeto por los pacientes y una carta abierta para mejorar la vida en un lugar en el que habitualmente se respira preocupación, tristeza y mucho miedo.
Terraza del sanatorio de Paimio, Alvar Aalto.
La arquitectura no cura. Pero puede alegrar la vida. Han sido muchos los proyectistas empeñados en investigar la relación entre la buena salud y la orientación, distribución, ubicación y hasta decoración de los edificios. Al mismo tiempo que Aalto completaba su hospital, en Los Ángeles, Richard Neutra construía la casa para un médico naturópata, el doctor Philip Lowell. En 1954, el arquitecto escribió un libro, Survival through design, que recogía el ideario de su arquitectura. Tomaba como centro a las personas y trataba de luchar contra la irritante amenaza que suponía la construcción que atenta contra la vitalidad. En síntesis, el libro abogaba por recuperar la relación con la naturaleza. Y esa idea es, en realidad, la base de la mayoría de las prácticas que defienden la existencia de una arquitectura curativa, más humana y mejor integrada en el medio.
Hasta tal punto existe esa creencia que la arquitecta Beatriz Colomina sostiene, desde sus clases en la Universidad de Princeton, que la arquitectura moderna era entendida como un equipo médico "para proteger, y mejorar, el cuerpo". Colomina ha argumentado que fue la tuberculosis precisamente la que decidió el aspecto y las formas de la arquitectura racionalista de los años veinte y treinta. Y cree que en ese ideario purista resultó clave la obsesión médica de ese momento: "Los vanguardistas de las primeras décadas del siglo XX presentaron su nueva arquitectura como un instrumento que induce a la salud". Colomina apunta incluso que la transparencia en la arquitectura moderna estaba directamente relacionada con la tecnología médica para explorar el cuerpo -las máquinas de rayos X-, pero más allá del blanco aséptico y de las transparencias, que nada ocultan, quedan los colores de edificios excepcionales, como el sanatorio de Paimio. En Finlandia hay poco sol, pero Alvar Aalto lo pintó en el pavimento amarillo de la escalera de su hospital, junto a los grandes ventanales que dejan pasar la luz y en las paredes de todo el recorrido que debían seguir diariamente los pacientes. Cuando la penicilina no había sido descubierta, la única cura para los enfermos de pulmón era así de sencilla y así de difícil en países en los que nieva todo el invierno: aire fresco, sol y ejercicio suave. La escalera de Aalto concentra toda esa medicina. Además de los brillos amarillos, los peldaños son bajos, como los pomos de las puertas ergonómicos para que abrir una puerta no suponga un esfuerzo. Para que un enfermo no se convierta, automáticamente, en un inútil.
Hospital Sarah Kubitschek, Rio de Janeiro. Lelé.
El rechazo a la actitud pasiva, a tratar a los enfermos como si nada se esperara ya de ellos, está prohibido en los centros Sarah. En la otra cara del mundo, en Brasil, Lelé, el arquitecto carioca João Filgueiras Lima, lleva una década proyectando hospitales que llevan ese nombre. Hoy, la red de centros públicos para víctimas de politraumatismos y enfermos con parálisis faciales o espina bífida se extiende a varios Estados. Las clínicas llevan el nombre de la que fuera primera dama de ese país, Sarah Kubitschek, en la época en la que se fundó Brasilia, en 1960. Lelé ha sido un profesor inolvidable y un magnífico arquitecto empeñado en desarrollar la prefabricación del hormigón para construir magníficos, sencillos, eficaces y humanos hospitales.
Las terapias de los centros Sarah, que rechazan el conformismo, enseñan a convivir con las enfermedades y admiten la presencia de los familiares, ayudan a que los pacientes se esfuercen en sonreír, pero son los jardines, los amplios espacios, las terrazas y las pasarelas ventiladas e iluminadas las que hacen que los enfermos tengan una vida alegre, una cotidianidad con vistas y lleguen a recuperar la ilusión. "El que quiera proyectar un hospital debería pasar tres meses con Lelé". La frase es de Oscar Niemeyer. Los hospitales de Filgueiras Lima tienen árboles y cables. Son prefabricados, pero humanos. Se trata de una arquitectura económica y, sin embargo, cercana. Lelé sabe construir. Ese es su secreto. Tras viajar por Polonia, Rusia y la antigua Checoslovaquia para estudiar sistemas de prefabricados durante los años sesenta, ideó un método que emplea placas de hormigón de escasísimo espesor (apenas cuatro centímetros) para luego poder domarlo y, dulcemente, moldear sus formas . Así, tiene tanta fe en la arquitectura como para idear edificios abiertos y sinuosos para quienes apenas pueden moverse.
Hay más hospitales pensados para ayudar a motivar a los pacientes. Y algunos de ellos también tienen nombre de mujer. Los centros Maggie comenzaron a construirse en Reino Unido hace quince años. Un poco antes, la paisajista Maggie Keswick Jencks supo que un cáncer de pecho se había extendido a sus huesos. Murió en 1995, pero durante su tratamiento ideó los croquis de un lugar en el que poder vivir mejor estando mal. Quiso dejar una herencia a los futuros pacientes de su enfermedad para evitar que pasaran por la penuria de las salas oncológicas. Su idea era que los convalecientes se sintieran personas delante de un jardín, preparándose un té en una cocina o leyendo en un rincón de un salón que parece, porque lo es, una casa de verdad. Su marido, el arquitecto Charles Jencks, la apoyó. Y hoy existen nueve centros en Reino Unido que se ajustan a lo que Maggie quiso dejar: un lugar en el que poder convivir con el cáncer y más allá de él. Las familias y los amigos son bienvenidos en esos pabellones. La idea combina ayuda profesional, respaldo comunitario y arquitectura de primera línea. Pero hay algo más. Nada cuesta dinero en los centros Maggie. Un lugar en el que poder olvidar los costes ciertamente parece acercarse al paraíso.
Exterior del centro Maggie de Nottingham, obra de Piers Gough.
En la actualidad son muchos los arquitectos que como Frank Gehry, Zaha Hadid, Richard Rogers o Rem Koolhaas han donado sus diseños para levantar un centro Maggie en el que hacer más llevaderos los malos tragos de los enfermos oncológicos. Calidez, vistas, privacidad y trato humano son algunas de las claves de unos edificios nacidos de una arquitectura que celebra la vida en lugar de protegerla como si fuera algo con los días contados. La iniciativa ha crecido y hoy la institución anuncia la próxima apertura de un centro en Hong Kong.
Centro Maggie, Hospital de Kirkcaldy, Five, Escocia, Zaha Hadid.
La democracia de la enfermedad hace que desde la escasez de África se entienda perfectamente ese idioma de ánimo y renovación. Aunque allí los problemas sean otros. Y las curas, también. El arquitecto Michael Murphy es idealista. Ha encontrado motivos para serlo. Estudiaba en la escuela de diseño de Harvard cuando decidió ofrecer sus servicios a comunidades en las que la arquitectura pudiera transformar la vida de la gente. Fue un encuentro con el médico Paul Farmer, de la asociación Partners in Health, lo que le dio la idea. Ya graduado, fundó el estudio Mass Design Group y, con la ayuda de la Facultad de Medicina de su Universidad, diseñó el hospital de Butaro, en Ruanda. El objetivo inicial era curar a pacientes con enfermedades contagiosas, pero el edificio ha contribuido también a aliviar la pobreza de la zona.
Hospital Butaro, Rwanda, Michael Murphy.
En Ruanda, Murphy entendió que tan fundamental como curar era construir un ejemplo. Además de un hospital, la clínica debía ser una vía de futuro. Hoy allí se trata a los enfermos, pero el sanatorio también se ha convertido en un generador de puestos de trabajo. La cura que puede relacionarse con la arquitectura obedece a métodos sencillos: no hay pasillos (en los que se produce buena parte de los contagios) y la circulación perimetral, por galerías que rodean el hospital, consigue ventilación natural. Hoy los pacientes miran hacia el paisaje a través de grandes ventanales protegidos del sol por esa galería perimetral. Colores, en lugar de carteles, indican las zonas de acceso prohibido. La vida allí permite esperar algo del futuro. Así lo han entendido los socios de Mass Design Group, un estudio de Boston que tras pasar por Butaro ha seguido trabajando en África. Han diseñado un hospital para mujeres en Burundi y han extendido su ideario, y sus edificios, hasta Haití. Allí levantarán el hospital Gheskio para enfermos de tuberculosis. Saben que la arquitectura no cura, pero están convencidos de que cierto diseño y ciertos proyectos mejoran la vida.
Pagina del studio Mass: http://www.massdesigngroup.org/index.html
Por Anatxu Zabalbeascoa 3 FEB 2012
Ver árboles y no agotarse por los pasillos, convalecer en un espacio doméstico en vez de encerrarse en un hospital. Muchos proyectistas, como Alvar Aalto en Finlandia y Lelé en Brasil, investigan la relación entre la salud y el diseño de las clínicas.
Sanatorio de Paimio, Alvar Aalto.
La azotea del sanatorio de Paimio, en Finlandia, no se podría construir hoy. No cumple la normativa. Su barandilla es demasiado baja y algún niño despistado podría caerse. Pero hace casi un siglo, en 1929, el arquitecto Alvar Aalto la ideó para alegrar la vida de los tuberculosos que, tumbados en sus hamacas y embutidos en forros de lana, respiraban allí aire puro, trataban de capturar el calor de algún rayo de sol y contemplaban un horizonte de pinos sin que una barrera les estropeara las vistas. Paimio es el edificio más racionalista del arquitecto finlandés. Todavía hoy, con la tuberculosis erradicada, resulta ejemplar. Es un monumento al cuidado y respeto por los pacientes y una carta abierta para mejorar la vida en un lugar en el que habitualmente se respira preocupación, tristeza y mucho miedo.
Terraza del sanatorio de Paimio, Alvar Aalto.
La arquitectura no cura. Pero puede alegrar la vida. Han sido muchos los proyectistas empeñados en investigar la relación entre la buena salud y la orientación, distribución, ubicación y hasta decoración de los edificios. Al mismo tiempo que Aalto completaba su hospital, en Los Ángeles, Richard Neutra construía la casa para un médico naturópata, el doctor Philip Lowell. En 1954, el arquitecto escribió un libro, Survival through design, que recogía el ideario de su arquitectura. Tomaba como centro a las personas y trataba de luchar contra la irritante amenaza que suponía la construcción que atenta contra la vitalidad. En síntesis, el libro abogaba por recuperar la relación con la naturaleza. Y esa idea es, en realidad, la base de la mayoría de las prácticas que defienden la existencia de una arquitectura curativa, más humana y mejor integrada en el medio.
Hasta tal punto existe esa creencia que la arquitecta Beatriz Colomina sostiene, desde sus clases en la Universidad de Princeton, que la arquitectura moderna era entendida como un equipo médico "para proteger, y mejorar, el cuerpo". Colomina ha argumentado que fue la tuberculosis precisamente la que decidió el aspecto y las formas de la arquitectura racionalista de los años veinte y treinta. Y cree que en ese ideario purista resultó clave la obsesión médica de ese momento: "Los vanguardistas de las primeras décadas del siglo XX presentaron su nueva arquitectura como un instrumento que induce a la salud". Colomina apunta incluso que la transparencia en la arquitectura moderna estaba directamente relacionada con la tecnología médica para explorar el cuerpo -las máquinas de rayos X-, pero más allá del blanco aséptico y de las transparencias, que nada ocultan, quedan los colores de edificios excepcionales, como el sanatorio de Paimio. En Finlandia hay poco sol, pero Alvar Aalto lo pintó en el pavimento amarillo de la escalera de su hospital, junto a los grandes ventanales que dejan pasar la luz y en las paredes de todo el recorrido que debían seguir diariamente los pacientes. Cuando la penicilina no había sido descubierta, la única cura para los enfermos de pulmón era así de sencilla y así de difícil en países en los que nieva todo el invierno: aire fresco, sol y ejercicio suave. La escalera de Aalto concentra toda esa medicina. Además de los brillos amarillos, los peldaños son bajos, como los pomos de las puertas ergonómicos para que abrir una puerta no suponga un esfuerzo. Para que un enfermo no se convierta, automáticamente, en un inútil.
Hospital Sarah Kubitschek, Rio de Janeiro. Lelé.
Las terapias de los centros Sarah, que rechazan el conformismo, enseñan a convivir con las enfermedades y admiten la presencia de los familiares, ayudan a que los pacientes se esfuercen en sonreír, pero son los jardines, los amplios espacios, las terrazas y las pasarelas ventiladas e iluminadas las que hacen que los enfermos tengan una vida alegre, una cotidianidad con vistas y lleguen a recuperar la ilusión. "El que quiera proyectar un hospital debería pasar tres meses con Lelé". La frase es de Oscar Niemeyer. Los hospitales de Filgueiras Lima tienen árboles y cables. Son prefabricados, pero humanos. Se trata de una arquitectura económica y, sin embargo, cercana. Lelé sabe construir. Ese es su secreto. Tras viajar por Polonia, Rusia y la antigua Checoslovaquia para estudiar sistemas de prefabricados durante los años sesenta, ideó un método que emplea placas de hormigón de escasísimo espesor (apenas cuatro centímetros) para luego poder domarlo y, dulcemente, moldear sus formas . Así, tiene tanta fe en la arquitectura como para idear edificios abiertos y sinuosos para quienes apenas pueden moverse.
Hay más hospitales pensados para ayudar a motivar a los pacientes. Y algunos de ellos también tienen nombre de mujer. Los centros Maggie comenzaron a construirse en Reino Unido hace quince años. Un poco antes, la paisajista Maggie Keswick Jencks supo que un cáncer de pecho se había extendido a sus huesos. Murió en 1995, pero durante su tratamiento ideó los croquis de un lugar en el que poder vivir mejor estando mal. Quiso dejar una herencia a los futuros pacientes de su enfermedad para evitar que pasaran por la penuria de las salas oncológicas. Su idea era que los convalecientes se sintieran personas delante de un jardín, preparándose un té en una cocina o leyendo en un rincón de un salón que parece, porque lo es, una casa de verdad. Su marido, el arquitecto Charles Jencks, la apoyó. Y hoy existen nueve centros en Reino Unido que se ajustan a lo que Maggie quiso dejar: un lugar en el que poder convivir con el cáncer y más allá de él. Las familias y los amigos son bienvenidos en esos pabellones. La idea combina ayuda profesional, respaldo comunitario y arquitectura de primera línea. Pero hay algo más. Nada cuesta dinero en los centros Maggie. Un lugar en el que poder olvidar los costes ciertamente parece acercarse al paraíso.
Exterior del centro Maggie de Nottingham, obra de Piers Gough.
En la actualidad son muchos los arquitectos que como Frank Gehry, Zaha Hadid, Richard Rogers o Rem Koolhaas han donado sus diseños para levantar un centro Maggie en el que hacer más llevaderos los malos tragos de los enfermos oncológicos. Calidez, vistas, privacidad y trato humano son algunas de las claves de unos edificios nacidos de una arquitectura que celebra la vida en lugar de protegerla como si fuera algo con los días contados. La iniciativa ha crecido y hoy la institución anuncia la próxima apertura de un centro en Hong Kong.
Centro Maggie, Hospital de Kirkcaldy, Five, Escocia, Zaha Hadid.
La democracia de la enfermedad hace que desde la escasez de África se entienda perfectamente ese idioma de ánimo y renovación. Aunque allí los problemas sean otros. Y las curas, también. El arquitecto Michael Murphy es idealista. Ha encontrado motivos para serlo. Estudiaba en la escuela de diseño de Harvard cuando decidió ofrecer sus servicios a comunidades en las que la arquitectura pudiera transformar la vida de la gente. Fue un encuentro con el médico Paul Farmer, de la asociación Partners in Health, lo que le dio la idea. Ya graduado, fundó el estudio Mass Design Group y, con la ayuda de la Facultad de Medicina de su Universidad, diseñó el hospital de Butaro, en Ruanda. El objetivo inicial era curar a pacientes con enfermedades contagiosas, pero el edificio ha contribuido también a aliviar la pobreza de la zona.
Hospital Butaro, Rwanda, Michael Murphy.
En Ruanda, Murphy entendió que tan fundamental como curar era construir un ejemplo. Además de un hospital, la clínica debía ser una vía de futuro. Hoy allí se trata a los enfermos, pero el sanatorio también se ha convertido en un generador de puestos de trabajo. La cura que puede relacionarse con la arquitectura obedece a métodos sencillos: no hay pasillos (en los que se produce buena parte de los contagios) y la circulación perimetral, por galerías que rodean el hospital, consigue ventilación natural. Hoy los pacientes miran hacia el paisaje a través de grandes ventanales protegidos del sol por esa galería perimetral. Colores, en lugar de carteles, indican las zonas de acceso prohibido. La vida allí permite esperar algo del futuro. Así lo han entendido los socios de Mass Design Group, un estudio de Boston que tras pasar por Butaro ha seguido trabajando en África. Han diseñado un hospital para mujeres en Burundi y han extendido su ideario, y sus edificios, hasta Haití. Allí levantarán el hospital Gheskio para enfermos de tuberculosis. Saben que la arquitectura no cura, pero están convencidos de que cierto diseño y ciertos proyectos mejoran la vida.
Pagina del studio Mass: http://www.massdesigngroup.org/index.html
Las rutas de los corredores complementarios de Lima
Etiquetas: el comercio, el metropolitano, Noticias
Extrahído de http://elcomercio.pe/lima/1378685/noticia-infografia-rutas-corredores-complementarios-lima
Viernes 24 de febrero de 2012 - 08:18 am
Sistema funcionará sin carril exclusivo e implicará el retiro de unidades obsoletas. Villarán dice que apoyará construcción del tren pero pide lealtad al Gobierno.
ELIZABETH SALAZAR VEGAEl Comercio
La alcaldesa de Lima, Susana Villarán, informó ayer que la ruta del cancelado Metropolitano 2 será usada como corredor complementario, para contar con buses modernos que se trasladen de Ate hasta el Callao, sin construir un carril exclusivo. Villarán asegura que la intención de este cambio es apoyar al nuevo tren, denominado Metro de Lima, pero aclaró que espera la misma lealtad del Gobierno.
Durante una breve conferencia de prensa, en la que no aceptó preguntas de los periodistas, Susana Villarán leyó un texto en el que explicaba los pasos que seguirá luego de que el Ejecutivo decidiera construir el tren subterráneo en el tramo donde se pensaba ejecutar el Metropolitano 2. Y aunque trató de mostrarse conciliadora, aprovechó para poner algunos límites.
“Cuidaremos y fortaleceremos nuestros fueros y estamos convencidos de que están dadas las condiciones para una reforma integral del transporte con apoyo del MTC y del Gobierno. Actuaremos con lealtad para el éxito de las políticas públicas nacionales y esperamos la misma lealtad de parte de nuestro Gobierno”, dijo.
También enfatizó que el Ministerio de Transportes ha aceptado que todo proyecto de transporte masivo pase por el Sistema Nacional de Inversión Pública (SNIP), algo que el gobierno anterior trató de evitar para agilizar los estudios técnicos del futuro tren.
CINCO CORREDORES
El corredor de buses que se habilitará en lugar del Metropolitano se sumará a los cuatro que ya estaban planificados por la Municipalidad de Lima en tramos como Faucett-Javier Prado-La Marina, Tacna-Arequipa-Barranco, etc.
Sin embargo, este nuevo proyecto, que se prevé entrará en funcionamiento en el 2013, irá solo de Ate hasta el cruce de las avenidas Venezuela y Faucett, porque aún no se logra un acuerdo con el Concejo del Callao para ingresar a su jurisdicción.
Además, cuando la segunda línea del Metro de Lima inicie sus operaciones, es decir, el año 2017, este corredor complementario quedará reducido solo al tramo Ate-estación central, pues su fin será alimentar de pasajeros a ambas líneas de trenes y al Metropolitano existente.
En diálogo con El Comercio, Juan Tapia, presidente de Pro Transporte, explicó que los cinco corredores demandan solo la construcción de paraderos de uso exclusivo, señalización, sistemas de control de frecuencia y la compra de buses patrón, cuyas características ya están normadas.
“Son buses de 12 metros de largo que reemplazarán a cinco combis y tienen capacidad para 100 personas que operarán con la misma tarjeta de pago del Metropolitano. Se pondrán lugares de pago en las estaciones o se instalarán los equipos de cobro en los mismo buses”, explicó.
Los cinco corredores complementarios permitirán resolver el 40% de los viajes de la ciudad, es decir 4 millones de traslados. Si bien no tendrán carril segregado o único como en el Metropolitano, se separarán dos carriles para el transporte público en las vías que lo permitan ,a fin de asegurar la rapidez del sistema, como sucede hoy en día en la Av. Abancay. En la Av. Arequipa, por ejemplo, no sería posible porque el carril de ida y vuelta es muy estrecho.
La meta, dijo Tapia, es que los corredores como los trenes y el Metropolitano, que opera entre Chorrillos y el óvalo Naranjal, sean pagados con una sola tarjeta y con tarifa única.
“Esperamos que el MTC informe de forma anticipada y oportuna sobre la implementación de las demás líneas del metro, para poder consolidar todo este nuevo sistema”, agregó Villarán.
RETIRO DE UNIDADES
Hasta ayer eran doce los consorcios interesados en operar los corredores complementarios, siete de los cuales también habían puesto la mira en el ahora cancelado Metropolitano 2. “Ya no podemos pensar en una inversión grande, pero igual seguimos interesados en participar”, dice Edmundo Arzapalo, representante del consorcio Central Vías, que reúne a 10 empresas que operan 600 combis en la ruta Ate-Chosica.
“Aceptamos que el actual servicio de transporte es malo, pero queremos una opción segura para invertir”, agrega Ricardo Pareja, del consorcio Vías Carretera Central, que reúne a 1.600 combis, coaster y ómnibus.
Gustavo Guerra García, asesor del concejo en temas de transporte, explicó que la idea es que los empresarios que operan en las vías destinadas a ser corredores complementarios puedan unirse y presentar opciones para cambiar sus vehículos por los nuevos buses. Así se reducirá el número de unidades en esas avenidas sin obligar a los empresarios a dejar sus rutas, como ocurrió con el
Metropolitano 1.
EL DATO
Entregarán estudios
La municipalidad entregará al MTC los estudios técnicos que hizo de la ruta Ate-Callao y otro que tenían para un posible tren en el tramo norte-sur.
Viernes 24 de febrero de 2012 - 08:18 am
Sistema funcionará sin carril exclusivo e implicará el retiro de unidades obsoletas. Villarán dice que apoyará construcción del tren pero pide lealtad al Gobierno.
ELIZABETH SALAZAR VEGAEl Comercio
La alcaldesa de Lima, Susana Villarán, informó ayer que la ruta del cancelado Metropolitano 2 será usada como corredor complementario, para contar con buses modernos que se trasladen de Ate hasta el Callao, sin construir un carril exclusivo. Villarán asegura que la intención de este cambio es apoyar al nuevo tren, denominado Metro de Lima, pero aclaró que espera la misma lealtad del Gobierno.
Durante una breve conferencia de prensa, en la que no aceptó preguntas de los periodistas, Susana Villarán leyó un texto en el que explicaba los pasos que seguirá luego de que el Ejecutivo decidiera construir el tren subterráneo en el tramo donde se pensaba ejecutar el Metropolitano 2. Y aunque trató de mostrarse conciliadora, aprovechó para poner algunos límites.
“Cuidaremos y fortaleceremos nuestros fueros y estamos convencidos de que están dadas las condiciones para una reforma integral del transporte con apoyo del MTC y del Gobierno. Actuaremos con lealtad para el éxito de las políticas públicas nacionales y esperamos la misma lealtad de parte de nuestro Gobierno”, dijo.
También enfatizó que el Ministerio de Transportes ha aceptado que todo proyecto de transporte masivo pase por el Sistema Nacional de Inversión Pública (SNIP), algo que el gobierno anterior trató de evitar para agilizar los estudios técnicos del futuro tren.
CINCO CORREDORES
El corredor de buses que se habilitará en lugar del Metropolitano se sumará a los cuatro que ya estaban planificados por la Municipalidad de Lima en tramos como Faucett-Javier Prado-La Marina, Tacna-Arequipa-Barranco, etc.
Sin embargo, este nuevo proyecto, que se prevé entrará en funcionamiento en el 2013, irá solo de Ate hasta el cruce de las avenidas Venezuela y Faucett, porque aún no se logra un acuerdo con el Concejo del Callao para ingresar a su jurisdicción.
Además, cuando la segunda línea del Metro de Lima inicie sus operaciones, es decir, el año 2017, este corredor complementario quedará reducido solo al tramo Ate-estación central, pues su fin será alimentar de pasajeros a ambas líneas de trenes y al Metropolitano existente.
En diálogo con El Comercio, Juan Tapia, presidente de Pro Transporte, explicó que los cinco corredores demandan solo la construcción de paraderos de uso exclusivo, señalización, sistemas de control de frecuencia y la compra de buses patrón, cuyas características ya están normadas.
“Son buses de 12 metros de largo que reemplazarán a cinco combis y tienen capacidad para 100 personas que operarán con la misma tarjeta de pago del Metropolitano. Se pondrán lugares de pago en las estaciones o se instalarán los equipos de cobro en los mismo buses”, explicó.
Los cinco corredores complementarios permitirán resolver el 40% de los viajes de la ciudad, es decir 4 millones de traslados. Si bien no tendrán carril segregado o único como en el Metropolitano, se separarán dos carriles para el transporte público en las vías que lo permitan ,a fin de asegurar la rapidez del sistema, como sucede hoy en día en la Av. Abancay. En la Av. Arequipa, por ejemplo, no sería posible porque el carril de ida y vuelta es muy estrecho.
La meta, dijo Tapia, es que los corredores como los trenes y el Metropolitano, que opera entre Chorrillos y el óvalo Naranjal, sean pagados con una sola tarjeta y con tarifa única.
“Esperamos que el MTC informe de forma anticipada y oportuna sobre la implementación de las demás líneas del metro, para poder consolidar todo este nuevo sistema”, agregó Villarán.
RETIRO DE UNIDADES
Hasta ayer eran doce los consorcios interesados en operar los corredores complementarios, siete de los cuales también habían puesto la mira en el ahora cancelado Metropolitano 2. “Ya no podemos pensar en una inversión grande, pero igual seguimos interesados en participar”, dice Edmundo Arzapalo, representante del consorcio Central Vías, que reúne a 10 empresas que operan 600 combis en la ruta Ate-Chosica.
“Aceptamos que el actual servicio de transporte es malo, pero queremos una opción segura para invertir”, agrega Ricardo Pareja, del consorcio Vías Carretera Central, que reúne a 1.600 combis, coaster y ómnibus.
Gustavo Guerra García, asesor del concejo en temas de transporte, explicó que la idea es que los empresarios que operan en las vías destinadas a ser corredores complementarios puedan unirse y presentar opciones para cambiar sus vehículos por los nuevos buses. Así se reducirá el número de unidades en esas avenidas sin obligar a los empresarios a dejar sus rutas, como ocurrió con el
Metropolitano 1.
EL DATO
Entregarán estudios
La municipalidad entregará al MTC los estudios técnicos que hizo de la ruta Ate-Callao y otro que tenían para un posible tren en el tramo norte-sur.
Graft Tower: La torre viviente
Etiquetas: Arquitectura
Extraido de http://blogs.elcomercio.pe/elclubdeloinsolito/2012/02/arquitectura-del-manana-la-tor.html#comments
Graft Tower from LibLab on Vimeo.
Un trío de jóvenes arquitectos estadounidenses diseñó el que podría ser el edificio del futuro: una estructura autosostenible que aprovecha la luz solar y el agua de la lluvia para funcionar, y que crece como las plantas que la envuelven. La evolución tecnológica parece llevarnos de vuelta a vivir entre los árboles. El caso más evidente es un edificio diseñado a manera de una enorme enredadera o uno de esos troncos formados por varias ramas enrolladas entre sí, típicos de los bosques tropicales. Se llama La Torre del Injerto (The Graft Tower) y no sólo plantea un nuevo concepto para construir las viviendas del futuro, sino que propone un cambio radical en la idea de lo que debe ser la vida en las ciudades. El proyecto es un complejo arquitectónico con diversas funciones: incluye un hotel ecológico, una zona comercial y casas esféricas que pueden agregarse por separado, como esos juguetes de ladrillos para armar. El prototipo estaría ubicado en la intersección de dos transitadas avenidas de San Juan, la capital de Puerto Rico. Los arquitectos Diego Taccioli, Tyler Wallace y Sizhe Chen, del innovador estudio LibLab Architecture, escogieron el lugar como una muestra de las posibilidades transformadoras del proyecto: servirá tanto para el bienestar y placer de sus habitantes como para producir un impacto ambiental favorable en su entorno inmediato.
“La construcción del edificio no tiene precedentes ni en sus materiales ni en los métodos de construcción”, refiere Tyler Wallace. La estructura central es una especie de esqueleto rodeado de lianas de fibra de carbón y acero. Un sistema de columnas se eleva en espiral, como eje de los niveles superiores, hasta alcanzar 36 pisos. La construcción toma forma a medida que se agregan sucesivos armazones de fibra, con la ayuda de grúas, como bloques de un juguete colosal. En esas secciones, que tienen el aspecto de canastas hechas de plantas enredaderas, se ubicarían una especie de cabinas ovaladas, que en realidad son unidades para vivienda y también para granjas aéreas, parte esencial de lo que está concebido como un proyecto autosostenible. La Torre del Injerto vive. O casi. El complejo está diseñado para aprovechar la luz del sol y el agua de la lluvia. Un sistema de ramas de fibra de carbón en la fachada le permite captar la humedad, que se acumula en la parte inferior de las unidades de vivienda. Una parte del agua así recogida será destinada a los servicios básicos de los habitantes, y otra parte servirá para alimentar los cultivos hidropónicos que estarían dispersos a lo largo de la estructura. Se supone que, llegado el momento, los habitantes, huéspedes del hotel e incluso los visitantes ocasionales disfruten de las cosechas de diversos frutos que se recojan en los distintos niveles. “Los residentes tendrán el compromiso de mantener los cultivos agrícolas del edificio”, refiere Tyler Wallace. Incluso la transpiración de las plantas será captada del aire húmedo y ayudará a repetir el ciclo natural. También habrá plantas que rodearán el edificio y darán vida a un nuevo ecosistema vertical. Este es otro de los detalles innovadores del diseño: los creadores esperan que la vegetación crezca en la dirección que le permita obtener agua y luz solar necesaria para alimentarse, lo cual tendrá necesariamente un impacto en la apariencia del complejo. El mismo criterio explica la forma misma de la torre, debido a que los armazones que sirven como piezas serán diseñados y fabricados de manera individual. La torre se irá adaptando y organizando a medida que avance la construcción.
Beneficios colaterales
La Torre del Injerto está concebida como un edificio capaz de proveer de agua, comida y energía al entorno en que se encuentra. El beneficio más evidente está en función del llamado Cañón Martín Peña, un canal de agua que conecta una laguna con la bahía de la capital portorriqueña. Durante años, la zona ha estado afectada por la contaminación producto de un crecimiento urbano desordenado, como ocurre en muchas ciudades de América Latina. El sistema sostenible de la torre podría aprovechar el agua contaminada de la zona para purificarla a través de las plantas que lo circundan y derivar el agua filtrada, en principio, a unos humedales construidos en la base de todo el complejo. Según los autores de este diseño, si los resultados son óptimos, como se espera, es posible que hasta se pueda devolver agua purificada al propio canal, en un virtual proceso de biorremediación.
Otro de los beneficios adicionales de un proyecto como este es que toda la estructura, rodeada de vegetación real, ayudaría a eliminar el dióxido de carbono de ese sector de la ciudad. “La estructura principal y la estructura de las unidades habitables tendrían una huella de carbono negativa”, refieren los autores en el documento de sustento del diseño. Por si fuera poco, el proceso de fotosíntesis artificial generado en esa red vegetal permitirá producir etanol, que será distribuido a todo el edificio para satisfacer parte de la demanda de energía. El combustible, faltaba más, circulará al interior de esas mallas de fibra de carbón que parecen lianas silvestres. Si durante décadas la calidad de las construcciones radicó en la manera en que nuevos materiales hacían realidad el sueño de los arquitectos, la Torre del Injerto se suma a una corriente mundial que valora la eficiencia y la reducción de los desperdicios. El futuro habitante no será un consumidor de servicios, sino el protagonista de una nueva forma de vida. “En este ecosistema sostenible, la comida crece las 24 horas del día durante los 365 días del año, el agua es reciclada, se provee de empleo a los habitantes locales, se reduce el uso de combustibles fósiles y no hay escorrentía agrícola”, dice la presentación de los autores. Quizá esta terna de arquitectos haya resuelto uno de los grandes dilemas de esta era: que la supervivencia no tiene que ser ajena a la comodidad.
Un video sobre el trabajo de LibLab Architecture
LibLab intro from LibLab on Vimeo.
Graft Tower from LibLab on Vimeo.
Beneficios colaterales
Un video sobre el trabajo de LibLab Architecture
LibLab intro from LibLab on Vimeo.
Fenomenología del tránsito vehicular_ Frederick Cooper
Etiquetas: Frederick Cooper, limaLa República
Sabado, 11 de febrero de 2012 | 5:00 am
No cabe duda de que uno de los problemas centrales de Lima –como el de muchas otras metrópolis contemporáneas– es el del tránsito vehicular. La cuestión central radica, fundamentalmente, en la insurgencia del rol que ha ido adquiriendo el automóvil de uso privado en desmedro del ciudadano, respecto al manejo de la infraestructura de la actividad urbana. Esta transferencia –que se ha producido en un breve tiempo– ha ido implantándose por lo general sobre vías públicas acuñadas muchísimo antes de que el automóvil irrumpiera en la escena urbana. La curva ascendente de su crecimiento pudo por lo tanto absorber al principio confortablemente su lenta intrusión en infraestructuras de calles y plazas concebidas originalmente para el peatón, o su envergadura funcional y pública.
Al irse acentuando muy marcadamente las últimas décadas su incorporación a unas redes viales concebidas para el ser humano (o para carruajes y recuas de uso esporádico), se ha ido atrofiando un aspecto básico de la vida urbana: dotar a los habitantes de una ciudad con vías mediante las cuales pueda desplazarse eficientemente. Subrepticiamente el auto privado se ha ido entrometiendo en una estructura que tiene su origen en los balbuceos de la humanidad, al introducirse abusivamente en un organismo que ha evolucionado hasta nuestro tiempo como la entidad que ha propiciado el advenimiento de aquel intercambio a través del cual fue civilizándose, un largo proceso que nos ha legado la espléndida herencia de hermosas ciudades que aún celebramos como paradigmas de un modo de vida fecundo y equilibrado.
La incursión del auto ha distorsionado las premisas básicas de aquella armonía. De un lado, porque al irrumpir progresiva y crecientemente en la vialidad de una plantilla –como es la ciudad– concebida para un usuario pausado y gregario, como el peatón, por lo general ha esclerosado sus flujos vitales, trabando así el funcionamiento de un organismo sin cuya empatía la vida social resulta atrofiada o inoperante.
La cuestión del tránsito debe por lo tanto encararse situando al vehículo de uso privado y motorizado como un recurso que ha suplantado la finalidad humana y social implícita en la concepción misma de la vida urbana. En cambio, en la actualidad el manejo urbano le ha conferido un rol prioritario, al circunscribir sus motivaciones a brindarle cauces siempre más holgados, intercambios fluidos o una amplitud que ha debilitado insensatamente el sentido nuclear que el centro o barrio deben aportar para el equilibrio psíquico y social de sus vecindarios.
No cabe, por cierto, la erradicación del auto privado sin antes dotar al orden urbano con modalidades de transporte público que suplanten eficientemente a su hegemonía como único medio para desplazarse dentro de una urbe. Tampoco es viable afrontar su predominancia sin implementar medios disuasivos que atenúen muy drásticamente su uso irrestricto, un vicio que excede por cierto su rol funcional, y que se ha extendido por ser igualmente una expresión de rango social, o un paliativo para la ansiedad afectiva o psíquica de los ciudadanos.
No hay, pues, atenuante a la destrucción del sentido urbano que ha acarreado la intromisión del auto privado, que no pase por recuperar para el individuo su rol protagónico en la vida urbana, dotando a su ser social con la infraestructura de un transporte público que no sólo aplaque al uso irrestricto, sino restituya el sentido gregario que es consustancial a la vida urbana.
Se trata, evidentemente, de una premisa que sitúa al tránsito como un problema que emana de una distorsión que debe afrontarse ante todo conceptualmente. En otras palabras, seguir entendiendo un aspecto básico del orden urbano –como es el desplazamiento de sus habitantes– como un asunto que atañe fundamentalmente a hacer más fluido el tránsito de autos privados (haciendo autovías, creando intercambios o regimentando sus desplazamientos) en vez de dotarlo de infraestructuras más ágiles y más confortables seguirá agravando la saturación de nuestras ciudades por parte de un ingrediente que ha pervertido al orden urbano.
La fragmentación urbana _ por Frederick Cooper
Etiquetas: Frederick Cooper, lima
Extraido de La República
Sabado, 18 de febrero de 2012 | 5:00 am
El manejo noticioso de la información periodística suele deconstruir cuestiones de interés público a efectos de reducirla a segmentos que atraigan a las clientelas esquivas de la producción mediática. Un tema en que este manejo se aprecia notoriamente es aquel de la ciudad, una entidad muy compleja que la información aborda siempre fragmentariamente, de suerte que el espectro tan amplio como entramado de la envergadura urbana deja de ser percibido como una realidad orgánica imposible de entender –y menos administrar– sin abarcar al conjunto de la amplitud y la entraña de sus funciones vitales.
Lima constituye un caso extremo de esa disociación, al constituir una urbe que es tratada por los medios según la notoriedad de aquellas incidencias –aleatorias o políticas– que provean a la prensa o a la TV con material cautivante, asuntos que al ser tratados fuera del contexto orgánico que compete a una ciudad, inducen a suponer que su manejo urbanístico puede también fragmentarse, dando a entender que es posible resolver eficazmente aspectos fundamentales de la infraestructura urbana tratándolos puntualmente, vale decir atendiéndolos de manera inorgánica.
Esta costumbre mediática impone a los municipios un comportamiento errático o igualmente fragmentado, dejando así de exigirles partir de planes orgánicos, que claramente den cuenta de que la gestión urbana debe ser siempre integral, puesto que una ciudad constituye un organismo que exige ser conducido en forma sincronizada para servir cabalmente a sus sumisos usuarios.
La identidad gregaria propia de toda ciudad no sólo es imprescindible para urdir eficazmente los servicios que requieren sus poblaciones dinámicas. Es también una premisa para forjar un consenso sin el cual una ciudad aliena a sus habitantes, al dejar de proveerles un soporte emocional que les permita entender a todo el contexto urbano como un conglomerado que lo nutre humanamente, una matriz sustancial que le permita ubicarse física y psíquicamente, instituyéndose así como el ámbito espacial que equilibra su existencia. La falta de un sentido visionario y concurrente de la realidad urbana propicia descomponer la sintonía social, sin la cual una ciudad se torna agreste y ajena.
Es claramente el caso de Lima, una ciudad que congrega a ciudadanos formales, y a otros informales que subsisten disociados de su manejo urbanístico, como son todos aquellos que mayoritariamente habitan en sus barrios marginales, dentro de unas periferias que poco tienen que ver con los anuncios erráticos de grandes inversiones públicas (víctimas de una expansión desbocada que nunca recabó por parte de la acción estatal el diagnóstico complejo ni menos el liderazgo que hubiera permitido acoger la inmigración proveniente de la Sierra con una estrategia urbana que fuera incorporándola a una ciudad en expansión, debidamente asumida por una noción social lúcida e incluyente). Fruto de esa ineptitud es la extrema raleza de la densidad de Lima, un anemia suburbana que impone a la población la extensión patológica de sus redes de servicios, una amplitud insensata que insume unas madejas de calles y tuberías que no sólo acarrean un enorme desperdicio de tiempo, agua y combustible, sino que hacen imposible dotar de seguridad a sus distantes viviendas.
Esta crasa injusticia segrega naturalmente a la población más pobre, aquella a la que se impone vivir en los extramuros, una discriminación que se lee claramente en el magro suministro de servicios esenciales que un miserable habitante recibe de ayuntamientos ajenos a un planeamiento integral e inclusivo de los recursos urbanos. Basta echar un vistazo a un paraje agreste de algunos de esos suburbios para apreciar claramente que la construcción de puentes, malecones o viaductos constituyen obras públicas que poco tienen que ver con el bienestar exiguo que tendría que fluir hacia la ciudadanía apostada en las distantes laderas de los cerros aledaños, de conducirse la urbe como una ciudad continua, regida integralmente en base a un plan congruente, y no improvisadamente, realizando obras públicas inconexas y fortuitas de escasa trascendencia para la salud efectiva de su humilde mayoría.
Sabado, 18 de febrero de 2012 | 5:00 am
El manejo noticioso de la información periodística suele deconstruir cuestiones de interés público a efectos de reducirla a segmentos que atraigan a las clientelas esquivas de la producción mediática. Un tema en que este manejo se aprecia notoriamente es aquel de la ciudad, una entidad muy compleja que la información aborda siempre fragmentariamente, de suerte que el espectro tan amplio como entramado de la envergadura urbana deja de ser percibido como una realidad orgánica imposible de entender –y menos administrar– sin abarcar al conjunto de la amplitud y la entraña de sus funciones vitales.
Lima constituye un caso extremo de esa disociación, al constituir una urbe que es tratada por los medios según la notoriedad de aquellas incidencias –aleatorias o políticas– que provean a la prensa o a la TV con material cautivante, asuntos que al ser tratados fuera del contexto orgánico que compete a una ciudad, inducen a suponer que su manejo urbanístico puede también fragmentarse, dando a entender que es posible resolver eficazmente aspectos fundamentales de la infraestructura urbana tratándolos puntualmente, vale decir atendiéndolos de manera inorgánica.
Esta costumbre mediática impone a los municipios un comportamiento errático o igualmente fragmentado, dejando así de exigirles partir de planes orgánicos, que claramente den cuenta de que la gestión urbana debe ser siempre integral, puesto que una ciudad constituye un organismo que exige ser conducido en forma sincronizada para servir cabalmente a sus sumisos usuarios.
La identidad gregaria propia de toda ciudad no sólo es imprescindible para urdir eficazmente los servicios que requieren sus poblaciones dinámicas. Es también una premisa para forjar un consenso sin el cual una ciudad aliena a sus habitantes, al dejar de proveerles un soporte emocional que les permita entender a todo el contexto urbano como un conglomerado que lo nutre humanamente, una matriz sustancial que le permita ubicarse física y psíquicamente, instituyéndose así como el ámbito espacial que equilibra su existencia. La falta de un sentido visionario y concurrente de la realidad urbana propicia descomponer la sintonía social, sin la cual una ciudad se torna agreste y ajena.
Es claramente el caso de Lima, una ciudad que congrega a ciudadanos formales, y a otros informales que subsisten disociados de su manejo urbanístico, como son todos aquellos que mayoritariamente habitan en sus barrios marginales, dentro de unas periferias que poco tienen que ver con los anuncios erráticos de grandes inversiones públicas (víctimas de una expansión desbocada que nunca recabó por parte de la acción estatal el diagnóstico complejo ni menos el liderazgo que hubiera permitido acoger la inmigración proveniente de la Sierra con una estrategia urbana que fuera incorporándola a una ciudad en expansión, debidamente asumida por una noción social lúcida e incluyente). Fruto de esa ineptitud es la extrema raleza de la densidad de Lima, un anemia suburbana que impone a la población la extensión patológica de sus redes de servicios, una amplitud insensata que insume unas madejas de calles y tuberías que no sólo acarrean un enorme desperdicio de tiempo, agua y combustible, sino que hacen imposible dotar de seguridad a sus distantes viviendas.
Esta crasa injusticia segrega naturalmente a la población más pobre, aquella a la que se impone vivir en los extramuros, una discriminación que se lee claramente en el magro suministro de servicios esenciales que un miserable habitante recibe de ayuntamientos ajenos a un planeamiento integral e inclusivo de los recursos urbanos. Basta echar un vistazo a un paraje agreste de algunos de esos suburbios para apreciar claramente que la construcción de puentes, malecones o viaductos constituyen obras públicas que poco tienen que ver con el bienestar exiguo que tendría que fluir hacia la ciudadanía apostada en las distantes laderas de los cerros aledaños, de conducirse la urbe como una ciudad continua, regida integralmente en base a un plan congruente, y no improvisadamente, realizando obras públicas inconexas y fortuitas de escasa trascendencia para la salud efectiva de su humilde mayoría.
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